
Quentin tiene 17 años y está a pocos días de terminar el colegio junto a sus dos mejores amigos, Ben y Radar. Ellos son lo que en las películas americanas se conoce como “gente normal”, ni los populares ni los nerds, sólo gente corriente, típicas víctimas del bullying que pasan desapercibidas socialmente toda su vida escolar, de esas que aunque nuestro espíritu anti-gringo niegue, sabemos que existen fuera de las películas, quizás fuimos nosotros mismos, por eso en pocas páginas es fácil sentirse bien con Quentin, cercano como un buen amigo, alguien real.
Quentin entre muchas cosas más, tiene un elemento que lo hace único y según él afortunado, es el vecino de Margo Roth Spiegelman, la “chica más popular del colegio”, la más bonita y la que hasta hace unos años, era su mejor amiga y por supuesto, su amor imposible.
Hay muchos aspectos de la personalidad de Q, que me recuerdan a gente que he conocido en mi vida, incluso a mí, pero por sobre todo su relación con Margo. Ella era una persona digna de admirar, seguida por la escuela entera y por sus amigas, pero Quentin la admiraba aún más, porque tenía en su mente un altar que venía desarrollándose de toda su vida, donde Margo se sentaba con toda su perfección y mientras avanza la historia, él se va dando cuenta y comienza a reflexionar, comprendiendo que la realidad no siempre tiene que ser la misma que vive en tus deseos.
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